El sorteo realizado el último viernes en Doha le dio el puntapié inicial a la Copa del Mundo de Qatar 2022, porque aunque todavía faltan más de siete meses para que Países Bajos y Senegal jueguen el primer partido, ya es posible analizar, aventurar y reflexionar sobre lo que podríamos ver desde el 21 de noviembre.
Una de las grandes incógnitas de este Mundial tiene que ver con los seleccionados sudamericanos y sus posibilidades de romper una hegemonía europea sin precedentes. Brasil, Argentina, Uruguay, Ecuador y quizás Perú tendrán el duro desafío de reponer el orgullo herido de una de las dos regiones más ganadoras del planeta.
Estamos en la época más desigual de la historia del fútbol. Europa ganó las últimas cuatro Copas (nunca antes un continente había ganado más de dos consecutivas) y solo en 2010 y 2014 hubo un representante de Sudamérica (Uruguay y Argentina respectivamente) en semifinales. En ese lapso, Italia, Portugal, Francia, Alemania, Países Bajos, España, Croacia e Inglaterra jugaron semis. La diferencia es demasiado grande como para que sea aceptable.
En este siglo se manifestó de forma elocuente una supremacía que se empezó a gestar a fines del pasado. El mayor poderío económico es el motivo principal de esta diferencia que comenzó en el fútbol de clubes y se trasladó al de selecciones. Jamás había pasado algo similar. Porque si ellos inventaron el juego, nosotros en estas tierras lo perfeccionamos y lo convertimos en arte. Pero las últimas generaciones de figuras sudamericanas crecieron y hasta algunas se formaron del otro lado del Atlántico, lo que potenció a sus propios futbolistas.
¿Se puede cortar esta hegemonía en Qatar? Siempre, antes de cada Copa del Mundo, la respuesta es sí. Las selecciones de esta región tienen individualidades como para soñar con todo, de eso no hay dudas. También, aunque no siempre, han tenido buen funcionamiento colectivo y una idea de juego clara. Pero han fallado en momentos clave por diferentes motivos, que van desde la falta de organización en todo sentido hasta la mala suerte. Esta vez lo primero parece no ser un problema.
Pocas veces los dos gigantes del continente han marcado semejante diferencia con el resto como en esta ocasión. Argentina y Brasil clasificaron varias fechas antes del final de las Eliminatorias y lo hicieron de forma invicta. Estuvieron muy por encima del nivel general y eso les deja buenas sensaciones de cara al Mundial, a pesar de la casi nula competencia contra rivales de otros continentes.
La Albiceleste llega como campeón de América y con un invicto de 31 partidos que es el más largo del mundo hoy. Lionel Scaloni no solo le dio solidez y una idea clara, sino que provocó una especie de revolución anímica. Hoy, Argentina sale a la cancha con la certeza de que lo más probable es que no pierda. Y esa fortaleza mental puede marcar la diferencia en un torneo como el de Qatar.
Brasil también da varias certezas desde su juego. Es más un equipo que una suma de (excelentes) individualidades. Pierde muy poco (solo contra Argentina en la final de la Copa América) y Tite ya sabe lo que es jugar un Mundial. Tiene todas las virtudes de un futuro campeón.
Uruguay y Ecuador llegan en buen momento también, aunque de diferente manera. La Celeste renovó sus esperanzas con la llegada de Diego Alonso y ganó los últimos cuatro partidos. Tiene jugadores de nivel europeo y el nuevo DT encontró rápido la mejor forma de hacerlos convivir. En tanto, la Tri de Alfaro está llena de juventud pero también tuvo carácter para ganar partidos clave. Puede ser una revelación.
Las virtudes de los cuatro (Perú está cerca pero aún debe superar la repesca) son conocidas y valiosas, pero ¿alcanzan para competir contra los gigantes de Europa? Esa pregunta solo podrá responderse después de los partidos. Lo seguro es que sobre todo argentinos y brasileños están entre los favoritos, más aún después del sorteo.
El conjunto de Scaloni fue uno de los más beneficiados. Jugará contra un adversario duro y conocido pero al que por lo general vence como México; contra uno de los más débiles del torneo como Arabia Saudita y contra un europeo de tercer nivel (quizás el único que hay) como Polonia. Recién podría chocar con un combinado fuerte en octavos y sería Dinamarca.
El cuadro de Tite, en tanto, sí tendrá que verse contra dos rivales fuertes de Europa enseguida. Suiza y Serbia son dos adversarios peligrosos por diversos motivos. Los helvéticos tienen una solidez difícil de doblegar (la Canarinha no les pudo ganar en Rusia) y los serbios cuentan con un gran funcionamiento ofensivo. En esta zona se podrá ver bien la competencia entre continentes.
Uruguay chocará contra un adversario de peso como Portugal, mientras que Ecuador se medirá ante uno de los grandes de Europa como Países Bajos. En estos enfrentamientos la Naranja es clara favorita, pero en el choque entre lusos y charrúas las fuerzas son más parejas.
Está claro que Europa llega con una armada muy potente: Francia, Alemania, España e Inglaterra en primer término y Bélgica, Países Bajos y Portugal en segundo tienen argumentos de sobra para extender su dominio. Cuentan con individualidades y con capacidades colectivas incuestionables. Pero la fortaleza sudamericana algún día reaparecerá y las canchas de Qatar podrían ser el escenario para que esto ocurra.
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